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Identificación: 18777
Creado: 2002-11-04 15:27
Modificado: 2004-11-15 16:02
Refreshed: 2006-01-28 00:01

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AGUA / Parte 1. El tema
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David Brooks

La escasez de agua nos amenaza a todos; amenaza nuestro bienestar, arriesgando nuestros medios de subsistencia y en ocasiones poniendo en peligro nuestras vidas. En los países más prósperos la escasez de agua dificulta el crecimiento económico y disminuye la calidad de vida. En los países pobres –especialmente entre la gente de menores ingresos– la escasez de agua de buena calidad en cantidades adecuadas ya es una carencia mortal. Produce enfermedades, bloquea el desarrollo, profundiza las desigualdades en las oportunidades de ingresos y socava la supervivencia de sociedades enteras. En todas partes, el ambiente natural se pone en peligro por esta escasez y por los torpes intentos de sobreponerse a ella. El riesgo de conflictos se intensifica cuando la escasez de agua se presenta en los límites entre etnias o clases diferentes, en las fronteras internacionales o entre comunidades urbanas y rurales.

Es justo decir que la escasez de agua no es nueva para la condición humana. Ciertamente, la Biblia, el Corán y otras escrituras sagradas abundan en referencias al agua y a los conflictos causados por el agua. Pero la futura escasez es más importante que nunca y lo es para más gente. El crecimiento demográfico, la industrialización y la urbanización están agotando y contaminando los lagos, ríos y acuíferos en forma irreversible. Las nuevas tecnologías nos permiten extraer agua más rápidamente que la tasa de recarga del acuífero. Nunca antes había sido posible causar el catastrófico daño ambiental que ahora causa el hombre a nivel global. Con las fuerzas integradoras de la globalización, ahora todos estamos comprometidos en los problemas de los demás, sin importar las distancias. (Los algonquinos nunca necesitaron preocuparse por la sed de la antigua Asiria; ignorarla y ser indiferentes a las tribulaciones de los demás países no son opciones válidas en el mundo actual).

Estos son hechos comprobados. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) reportó en 2001 que la población mundial se triplicó en los últimos setenta años, mientras que el consumo de agua se sextuplicó. Dentro de los próximos 25 años, un tercio de la población mundial va a experimentar una severa escasez de agua. Hoy día, más de mil millones de personas carecen de acceso al agua potable de buena calidad; tres mil millones de personas (la mitad de la población mundial) carece de sistemas de alcantarillado básico. Más de 90% de todas las aguas servidas en los países en desarrollo retornan sin tratamiento alguno a la tierra y a las corrientes de agua. Para muchos millones de personas la escasez de agua dulce está definida tanto por la escasez y la mala calidad como por la cantidad insuficiente.

Tales estadísticas, muy alarmantes por cierto, subestiman el problema de la escasez. Toda, menos una pequeña fracción del agua dulce disponible, se necesita para la agricultura; gran parte del resto se deja in situ para transporte, pesca, generación de energía y muchos usos más (sin hablar del sostenimiento del medio ambiente). Por otra parte, las disparidades en la disponibilidad crean desigualdades dramáticas. China, por ejemplo, tiene 7% del total del agua dulce renovable existente en el mundo, pero tiene 22% de la población mundial. Canadá, con cerca de 0,5% de la población mundial, cuenta con 9% del agua dulce renovable del mundo. Más de la mitad del agua dulce disponible en el planeta está contenida en sólo diez países.

La escasez se está extendiendo (véase la figura 1). Habitualmente se define un país con escasez de agua aquel que cuenta con menos de 1.000 metros cúbicos disponibles por habitante por año, lo que no es suficiente para proporcionar adecuada alimentación o para respaldar el progreso económico, y es además una causa potencial de severos daños ambientales. Los países con 1.000 a 1.700 metros cúbicos de agua por persona por año se dice que tienen dificultades hídricas. Unfpa calcula que durante el año 2000, 508 millones de personas vivían en 31 países con dificultades hídricas o en países con escasez de agua; para el año 2025, es factible que esas cifras aumenten a 3.000 millones de personas en 48 países. El número de personas que sufren escasez de agua se va a duplicar en 25 años, y el total de personas que van a vivir con dificultades hídricas será para entonces seis veces mayor. Todo esto va a suceder, a pesar de que recientemente el consumo global de agua ha empezado a nivelarse y está creciendo ahora sólo a la misma tasa con que está aumentando la población global. 



Figura 1. Disponibilidad de agua dulce en el mundo.
(adaptado de Watersheds of the World, World Resources Institute 1998).

 

El manejo efectivo y justo de estas disparidades constituye uno de los grandes imperativos de gobernabilidad que hoy enfrentamos. Pero es un imperativo que se complica más aún por otros hechos de importancia. El agua es un recurso renovable, en el sentido en que el ciclo hidrológico global no tiene fin, por medio de la dinámica de la evaporación, condensación y escorrentía. De todas maneras, en la práctica, la cantidad de agua dulce disponible para uso humano es constante mientras que la demanda humana está creciendo continuamente. En algunas partes el suministro es insuficiente y está en declinación día a día.

Un punto muy importante: el agua no tiene sustituto. Toda la biosfera sobrevive gracias al agua, y no menos que por el suministro constante de oxígeno. A diferencia de otros recursos escasos y en declinación, el agua no puede ser reemplazada por algún invento o el descubrimiento de alguna alternativa. Necesitamos el agua, nada puede reemplazarla.

Hechos como estos generan sus propias consecuencias; sacan a la luz algunos asuntos urgentes de manejo del agua. La escasez del agua, como la de cualquier otro recurso, genera los inevitables interrogantes: ¿Quién recibe y cuánto?, ¿A qué costo?, ¿A qué precio, si hay alguno? Pero hay otros interrogantes no tan obvios que también deben formularse: ¿Quién decide?, ¿Con qué procedimiento?, ¿Qué características de gobernabilidad tienen más posibilidad de producir decisiones gerenciales que sean justas, efectivas y sostenibles desde el punto de vista ambiental?

Estos y otros asuntos, tomados en conjunto, conforman la economía política de la escasez de agua. Ponen a prueba la capacidad colectiva – como las comunidades, los países y los participantes en el sistema internacional – para acomodar los intereses en competencia y para reconciliar los reclamos de los rivales. Las mejores respuestas incluyen, la mitad de las veces, la aplicación de buenas tecnologías; algunas de ellas están incluidas en la sabiduría tradicional, otras están inspiradas en las novedades de la ciencia y los nuevos puntos de vista. Inevitablemente, sólo en los procesos de buen gobierno se pueden resolver los asuntos de manejo justo, efectivo y a mbientalmente sensibles. En fin, para el manejo de la escasez de agua dulce se requiere el desarrollo de instituciones abiertas, informadas, participativas y responsables.

¿Por qué el manejo local del agua?

La sabiduría popular (además es una verdad) enseña que la escasez del agua típicamente rebasa los límites de las comunidades y de las fronteras políticas, representa en general problemas en común de continentes y países. En verdad, los límites entre muchos países están marcados por los cuerpos de agua. Cerca de 40% de la población mundial vive en cuencas fluviales compartidas por más de un país. Muchas comunidades (piénsese en Israel y Palestina) dependen del agua potable de los mismos acuíferos sobreutilizados. Por esto la escasez de agua, mal manejada, es con frecuencia un riesgo de conflicto. También por esto es tan importante que la gente encuentre los medios de manejar el agua que comparten más por cooperación que por confrontación armada. Resumiendo, un buen manejo del agua requiere tanto como exige la acción nacional, regional e internacional.

Pero, por sí mismas, las estrategias nacionales e internacionales no son suficientes. La experiencia en todo el mundo prueba que el manejo local es esencial para una explotación sostenible del escaso recurso hídrico. En primer lugar, el manejo del agua centralizado a gran escala ha llegado, en muchas regiones, tan lejos como es posible. En esas regiones ya no quedan ríos grandes para represar; los acuíferos se han explotado hasta su agotamiento; la vastedad de los riegos ha alcanzado su límite; la toma de decisiones se ha tornado remota y pesada. Los proyectos de ingeniería – productivos o no – son cada vez más costosos. Causan enormes daños al medio ambiente, a veces intolerables. Con frecuencia incitan a un temor y una resistencia justificados (como cuando se imponen los megaproyectos en territorios de pueblos indígenas). Aunque los conflictos internacionales por el agua son raros, las disputas domésticas o entre comunidades no lo son. Es posible que los países no vayan a la guerra por el agua, pero los gobiernos sí se caen por el inadecuado suministro de agua de buena calidad para sus ciudadanos.

El manejo de los recursos naturales por la comunidad – y específicamente la gestión del agua – debe desempeñar un papel crítico en las grandes estrategias para resolver los problemas de escasez. El manejo local del agua permite una descentralización democratizadora de las decisiones y las responsabilidades. Bien hecho, esto faculta a la gente (en particular a los pobres, de lo contrario en desventaja) para tomar parte en las decisiones que van a definir su futuro. Estimula además la integración del saber tradicional con la ciencia nueva para promover un manejo justo y eficiente del suministro. En esta forma, la degradación y la escasez del agua pueden transformarse en una suficiencia sostenible.

Esta es la teoría. ¿Funciona en la práctica?

Las páginas siguientes describen las lecciones aprendidas en treinta años de investigación aplicada, patrocinada por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá (IDRC) con asociados de todo el mundo en desarrollo. Este no es un tratado de hidrología ni un ensayo de recursos económicos. Pretende, en cambio, hacer un resumen compacto de los hallazgos relevantes, de aplicación inmediata en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas locales del agua. También puede servir, en forma más modesta, como un llamado a la acción práctica.

La discusión nos mueve primero a un examen de las estrategias de investigación de campo en tres grandes categorías interconectadas: tecnología para el suministro de agua en pequeña escala; tratamiento y reutilización del agua servida; y manejo de los drenajes y del riego. Enseguida se exponen los resultados importantes para el diseño de las políticas, en una serie de propuestas dirigidas a quienes toman las decisiones y a los investigadores del gobierno y fuera de él. Provistos de estos resultados, se hacen algunas recomendaciones específicas para las políticas y la investigación. Finalmente, se describen algunas directrices para el futuro, donde se puede acelerar el progreso en la ciencia y en la conducta del manejo local del agua.

El lector detectará la recurrencia de dos temas en el transcurso de esta publicación. El primero es el valor perdurable del saber tradicional, tal como hombres y mujeres lo heredaron y practicaron por generaciones dentro de sus comunidades. El segundo concierne a la importancia capital del buen manejo de la investigación de los asuntos hídricos y de la aplicación oportuna de los resultados en las políticas y gestión del agua. El manejo y la investigación exitosos exigen estar alerta a las estructuras sociales, culturales y políticas de la comunidad, incluyendo particularmente la estructura de la autoridad. Estos dos temas en realidad convergen en un principio básico: la gente necesita participar en las decisiones que afectan sus vidas.

 





Editorial : IDRC

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