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Identificación: 21857
Creado: 2002-11-06 9:16
Modificado: 2004-11-15 16:05
Refreshed: 2006-01-28 00:01

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AGUA / Parte 4. Recomendaciones
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David Brooks

Sin importar qué tan rico o pobre sea el país, sin importar qué tan contenta esté la gente, hay mucho que decir acerca de la descentralización del manejo del agua. Esto no es un dogma, sólo una observación que funciona bien. La experiencia enseña que es más común que el manejo del recurso dé resultados que no sean económicamente eficientes pero sí socialmente equitativos y ambientalmente sostenibles.

Todavía queda mucho por aprender sobre la real dimensión y el diseño apropiados para el manejo local del agua. Hasta ahora, la mayor parte de las técnicas de recursos locales se han aplicado al manejo de la flora y fauna y de los bosques y un poco menos a los cultivos piscícolas y áreas rurales y no al del agua. El manejo de agua local organizado (como se describe en las páginas anteriores) ha sido menos ensayado y es menos familiar para las comunidades y los gobiernos. Además los estudios del manejo de agua local que se han implementado estaban encaminados a situaciones pequeñas y más simples: áreas rurales más o menos aisladas y el manejo del agua superficial. Lo que es significativo de estos estudios son los resultados alentadores. Los sistemas que incluyen a las asociaciones locales de usuarios del agua (para citar un método importante) se acercan más al manejo sostenible que aquellos que están dirigidos enteramente desde arriba. Pero la mitad de la población del mundo vive ahora en ciudades. Por tanto, el mayor potencial sin explotar para el mejoramiento se va a encontrar en las áreas urbanas y en el manejo de las aguas subterráneas. Nos debemos preguntar si las condiciones críticas de la escasez en las ciudades (incluyendo la mala calidad del agua) podrían mejorar si se delega por lo menos algunos de los elementos del manejo del agua a los grupos de vecinos en las áreas urbanas.

Por supuesto, el desafío más difícil en cualquier parte es detectar y entender las fricciones entre la eficiencia, la equidad y la sustentabilidad ambiental y acomodar los tres valores en un régimen de manejo. Esto tiene que ser una empresa conjunta entre el gobierno y los investigadores. Esta es la idea central de las siguientes recomendaciones –propuestas específicas para acción del gobierno y los investigadores.

1. Arriba, abajo o a los lados: el manejo local del agua siempre debe basarse en un análisis económico tripartita.

La economía del agua en la comunidad y la escasez tienen que tratarse en cualquier intento de investigación aplicada o de gobierno. El punto de vista convencional del análisis de costobeneficio –mirando de arriba abajo– considera los precios pagados (o imputados) para medir los valores relativos de insumos y productos, y los resultados pueden ser reveladores. Por ejemplo, se encontró que el sistema de recolección de agua tiene más posibilidades de ser económico cuando la lluvia promedio está desde 100 hasta 500 milímetros por año. Con más lluvia, los costos sobrepasan los beneficios; con menos de eso, los beneficios no cubren los costos.

El segundo punto de vista necesario para el análisis económico es de abajo a arriba. Qué se les va a ocurrir a los funcionarios del gobierno o a los investigadores si una mejora resulta mucho menos beneficiosa para la gente en la comunidad misma. En la misma forma, un terreno desechado como “improductivo” por el gobierno puede ser de valor para la recolección informal y el pastoreo en la economía local. No todos los miembros de la comunidad se ven afectados en la misma forma por los cambios económicos. Cuando la naturaleza y los valores de su trabajo se vean alterados por las intervenciones, probablemente se afecte a los hombres de la comunidad en forma diferente de lo que afecta a las mujeres. Estos y otros aspectos de la vida de las comunidades escapan a la atención de los funcionarios y también de los investigadores.

La tercera perspectiva – igual de importante – se refiere a las interacciones laterales de las intervenciones económicas con valores no económicos. Estos otros valores pueden incluir los beneficios de salud que obtienen las madres gracias a una mejor disponibilidad de agua dulce o la autoridad que trae consigo una mejorada capacidad y responsabilidad locales o la restauración del medio ambiente. También puede abarcar valores enteramente estéticos: la belleza de un río o el consuelo espiritual que da un lago cristalino. Estos valores presentan una dificultad inherente a ser medidos. Pero no por esto son menos importantes. Están presentes en cualquier análisis económico completo del manejo del agua local.

2. Las políticas y la investigación deben cambiar de enfoque y pasar de la ampliación al manejo de la demanda de los suministros de agua.

Este será el único postulado incontrovertible de estas páginas: el énfasis de las políticas del agua a todos los niveles – nacional, regional, local – tiene que virar de la oferta a la demanda. La cantidad de agua dulce que se puede agregar a la oferta total es limitada; será cada vez más costosa y su extracción será cada vez más peligrosa para el ambiente. En la mayoría de los países, como en la mayoría de las comunidades, la tasa máxima de extracción de agua dulce accesible está ya muy cercana, si es que no se ha sobrepasado ya.

El principal requisito es, por tanto, sacar el máximo provecho del agua que tenemos. Este es el dominio del manejo de la demanda. Las altas esferas del gobierno pueden estimular y financiar un mejor manejo de la demanda, premiando la conservación, penalizando el desperdicio, induciendo las innovaciones. Pero el trabajo real para lograr –aprovechar al máximo el agua que tenemos– debe hacerse a nivel doméstico, haciendas, fábricas y comunidades actuando colectiva o individualmente. Además, la tarea va más allá de determinadas tecnologías. En muchos casos el punto de apoyo de la palanca está en la estructura de las viviendas y en la economía regional, tanto como en el abandono de los cultivos de mucha agua e inclusive de la agricultura por irrigación.

Las políticas y la investigación deben trabajar a todos los niveles para modificar las decisiones y las estructuras que determinan la demanda de agua.

3. Los funcionarios deben comenzar siempre por aceptar las costumbres sociales y normas culturales como un hecho, pero no como sacrosantas.

En general, es más fácil hacer un cambio técnico que modificar las prácticas de la costumbre y las creencias establecidas. Por tanto, cuando se inicien las innovaciones en el manejo del agua, es conveniente primero examinar cuidadosamente qué es aceptable social y culturalmente en la comunidad local, y luego diseñar soluciones compatibles con la tradición local. Cuando existan patrones locales de uso del agua que den pruebas inequí vocas de desigualdad y destrucción ambiental (y sólo en este caso) se deben considerar intervenciones más enérgicas para cambiar las creencias y los valores.

Los asuntos de derechos de agua presentan con frecuencia problemas especiales. Estos derechos, en algunas ocasiones están registrados y protegidos por la ley, pero con frecuencia operan por tradiciones locales. De nuevo, la existencia de un derecho al agua no es en sí una prueba de quién recibe qué o cuándo. En muchos casos, los derechos al agua están definidos en forma muy intrincada, meticulosamente impuestos con aprobación social, política o legal; en otros casos, están sujetos a trampas sistemáticas e inclusive a la violencia. En cualquier caso, el manejo del agua se convierte en un elemento crucial para el diseño de las políticas.

Generalmente las costumbres y normas locales (los tabúes que rigen el reciclaje de las aguas servidas, por ejemplo) deben tratarse más como oportunidades que como limitaciones. Ellos revelan los valores subyacentes y las formas de pensar –y las estrategias de supervivencia– que dan forma y fuerza a las innovaciones. La trillada historia tan común de los esquemas fallidos del desarrollo de las aguas, es con más frecuencia atribuible a malentendidos de la vida local que a la escasez de agua o a la ausencia de tecnología. Si las soluciones propuestas no agregan nada a las estrategias tradicionales aunque sea sólo para mejorarlas, están expuestas a un alto riesgo de rechazo.

Esto no quiere decir que la gente local siempre sepa más; romantizar la tradición es tan erróneo como exaltar la ciencia. Pero las costumbres locales siempre brotan de alguna racionalidad, y es necesario entender esta racionalidad. Además la sabiduría local y las costumbres tradicionales no son estáticas; puede que no cambien rápidamente pero tampoco cambian al azar. Cambian cuando, y sólo cuando, la gente percibe el valor del cambio.

4. Cuídese de las generalizaciones, pero comparta puntualmente el conocimiento.

Es difícil generalizar a partir de los pormenores de los casos y emitir una teoría de aplicación más general, especialmente cuando la investigación compromete explícitamente detalles y condiciones locales. Los funcionarios encargados de las políticas y los investigadores por igual, sólo deberían generalizar con sumo cuidado y también con humildad.

Desde el punto de vista científico, nunca hay suficiente información; desde el punto de vista político, siempre existe la obligación de actuar. Por tanto, los funcionarios encargados de las políticas y los investigadores, cada uno en su campo, tienen que tratar de distinguir metódicamente entre los resultados de aplicación general, cruzando fronteras geográficas y culturales, y aquellos únicamente para entornos específicos. En la mayoría de los casos, estas distinciones necesarias se refieren más a asuntos de cultura y gobierno que a temas de ciencia y tecnología.

Por último, deben compartirse las experiencias con la investigación y la adaptación. Usualmente el proceso para obtener la información científica y la innovación – más que el producto – van a encontrar una aplicación más amplia y rápida en otras comunidades y países. Aun los errores, sistemáticamente entendidos, pueden dar una información para la investigación y el gobierno en otras partes. Esta diseminación del conocimiento bien cimentado es un factor indispensable para el avance en el desarrollo sostenible.

La difusión en esta época está fortalecida especialmente en las redes de ONG muy lejanas, agencias del gobierno, educadores y muchos otros enlazados por Internet. Una demostración fehaciente y productiva de este potencial se encuentra en un programa educativo conocido como AQUAtox. Lanzado por el IDRC en 1998, AQUAtox enlaza más de 90 escuelas primarias y secundarias en 26 países para enseñarles los análisis simples para medir la contaminación química y biológica de las fuentes locales de agua. El proyecto, que comenzó como un proyecto piloto, se está transfiriendo a las ONG, a las agencias de los gobiernos, laboratorios y centros académicos que puedan aplicar y difundir mejor los resultados pedagógicos y científicos.

5. Para lograr un buen gobierno y una buena ciencia, evalúe de manera transparente, participativa y continua.

Lo nuevo no siempre es mejor. Por ejemplo, el agua de pozos "mejorados" con frecuencia sólo muestra que su calidad es marginalmente mejor que el agua de las fuentes tradicionales, y generalmente exige un cambio en el manejo, costoso y de alto riesgo. Por tanto, el monitoreo es importante: para determinar la naturaleza y la extensión del cambio, para ver si los resultados concuerdan con las expectativas y para determinar si en realidad se han adoptado los métodos nuevos de manejo. Esto toma tiempo, solamente porque las observaciones tienen que extenderse a la estación seca y a la lluviosa y durante años buenos y malos.

Sin embargo, la evaluación se desestima con demasiada frecuencia. Este es un grave error, no democrático y antieconómico. Peligroso, porque permite que los daños se acumulen sin detectarlos ni corregirlos. Despilfarrador, porque así no se controlan los costos ni los beneficios. No democrático, porque la evaluación es el elemento central de la transparencia y la responsabilidad del buen gobierno.

Las ONG locales, los centros académicos y toda la variedad de grupos fuera del gobierno pueden colaborar en la función de evaluación con efectos especialmente buenos en el manejo del agua. (Una evaluación del proyecto de AQUAtox confirmó, entre otras cosas, que había un mejor desempeño en las escuelas donde la comunidad local participaba por medio de las "reuniones abiertas" y otros mecanismos sociales). Otra investigación, parte de la cual la difundió el International Food Policy Research Institute, muestra que los proyectos de manejo del agua con la participación de las ONG tienen la tendencia a funcionar mejor que aquellos que están controlados exclusivamente por el gobierno a cualquier nivel. Es significativo que las ONG generalmente dediquen años a sus proyectos, mientras que los gobiernos tratan de obtener resultados a corto plazo. De la misma manera, las ONG tratan de favorecer a los más pobres y débiles en la comunidad, y los gobiernos confían más en las estructuras de mando existentes. El proyecto patrocinado por el IDRC en Nepal e India exploró una dinámica similar: “auditores sociales” no gubernamentales que identifiquen los intereses y argumentos que de otra forma no serían conocidos, e impulsen la información entre y a través de las comunidades. El monitoreo y la evaluación no deberían faltar en ninguna empresa de investigación ni en el gobierno.

 





Editorial : IDRC

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